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EL FMI, MACRI Y LA DERECHA GANARON LA GUERRA
“Otra
vez…inmensa pena.” Cristina Fernández
Para los que
han visto los documentales “La República Perdida 1 Y 2”, la
frase de la vicepresidenta, da pie para que desde 2015 hasta este
momento, se escriba el guion de La República Perdida 3.
“Inmensa pena”,
que tenemos muchos y que debería hacernos pensar que todos los
empréstitos de los poderosos, como el FMI u otras instituciones
crediticias, a países en problemas económicos no son un gesto de
solidaridad o de ayuda para paliar dificultades, sino que tienen una
finalidad política de dominación y sometimiento perpetuo en que la
naturaleza económica es lo de menos.
Para ello,
basta mirar cuál ha sido la suerte de todos los pueblos, incluido el
nuestro, que han caído en las garras de los usureros internacionales
para darnos cuenta que, ni con “sangre, sudor y lágrimas”, se
han podido apartar de su destino de pobreza y privaciones, pese a
haber hipotecado su futuro y perdido la mayoría de sus recursos.
La historia del
país es muy aleccionadora en este aspecto, miremos sino el
empréstito de la Baring Brothers de Londres en 1824, y otros, cuyas
deudas se transformaron en un condicionante poderoso para la toma de
decisiones soberanas del país que impidieron o retrasaron nuestro
crecimiento, con pérdidas de nuestro patrimonio nacional.
Parece que
nada ha cambiado más de un siglo después, ya que en aquél momento
los impulsores de los acuerdos decían que la relación argentina con
acreedores internacionales permitiría el progreso del país,
haciendo que se avanzara hacia la modernidad que en esa época se
expresaba por la “Revolución Industrial”.
La historia ya
demostró con creces las mentiras de dichas afirmaciones.
Creo que todos
son conscientes, tanto los funcionarios del Fondo, economistas
ortodoxos y heterodoxos, los de Juntos por el Cambio y del Frente de
Todos y el poder económico nacional o externo, que ese acuerdo
(imposición), precedido de mentiras y campañas de miedo al default,
en cualquiera de sus variantes, más blandas o duras, por las
implicancias que encierra es de imposible cumplimiento por parte del
país.
El tiempo y la
historia tendrán la última palabra.
Mientras
subsiste la deuda, algunos se ilusionan con ganar tiempo y otros en
continuar exigiendo cada vez más concesiones al gobierno a costa de
su pueblo, mientras hacen su agosto con la remarcación
inflacionaria.
Lo que pesa en la
balanza, es que Argentina es una torta apetecible por sus recursos,
la extensión de su territorio y la irracional concentración de su
población en pocos kilómetros cuadrados del mismo que todos los
gobiernos prohíjan.
Podrán los
acreedores aflojar más o menos la correa con que nos atan, pero
nunca liberarnos, para que sigamos a su servicio en un mundo que se
reacomoda a nuevos esquemas de poder y donde los recursos naturales
escasean.
En ese contexto y
a la inversa de la fábula, nadie mata a la gallina de los huevos de
oro, si puede continuar sacando réditos, como tampoco un esclavista
libera a un buen esclavo.
Podemos apelar
en este aspecto a algunos dichos referentes a los juegos de azar,
como: “De enero a enero, la plata siempre es del banquero”, lo
que no es ninguna novedad, y si nos dicen que no hay otro camino
frente a las carencias y urgencias, podemos aplicar la máxima que
dice: “el que juega por necesidad, pierde siempre por obligación”,
en ambos casos el futuro nunca es venturoso.
Mientras algunos
crean o digan que la vuelta al Fondo fue producto de la impericia y
la irresponsabilidad del gobierno de Macri, yo creo que fue una
planificada y convenida traición a la Nación para ganar las
elecciones si era posible, o en su defecto arrojarnos a sus garras,
evitando en el futuro que un gobierno de otro signo político pudiera
llevar adelante una gestión modestamente soberana.
La deuda, más
allá de sus implicancias económicas o financieras, es
fundamentalmente una maniobra política de expoliación y
explotación, mecanismo de dominación que sustenta la dependencia.
Eduardo Galeano
decía lo siguiente, que es de aplicación al caso: “La división
internacional del trabajo consiste en que unos países se
especializan en ganar y otros en perder.”
Lamentablemente
al nuestro le han asignado el rol de perdedores perpetuos y así nos
va.
Más allá de lo
dicho creo que el Gobierno debe dar a sus socios vernáculos una dura
batalla y hacerle pagar los platos rotos. A pesar de todas las
presiones a las que recurran, el pueblo acompañará esa gesta.
Ricardo
Luis Mascheroni -Docente-